martes, 27 de enero de 2009

Capítulo 3

Capítulo 3
La hora y media que pudo durar el viaje, lo pasé mirando por la ventana el hermoso paisaje de campo y escuchando música clásica en el Ipod. Me hacía gracia el abandonar los altos edificios llenos de luces y ruido, para empezar a ver verde, árboles, pajarillos y escuchar un enorme elenco de sonidos que no se suelen oír en la ciudad, y si se oyen, son en los documentales de la televisión. A unos pocos kilómetros del pueblo de mi abuela, me quedé plácidamente dormida y cuando llegamos mi hermana con su dulce tono y sus maneras amables; por si no se nota, estoy siendo irónica, me despertó. Bajamos primero a saludar a la tía Gretel. No la veía desde que yo tenía 7 años. Llevaba el pelo rubio, pero casi blanco, en un moño bajo. Tenía el rostro lleno de arrugas y moreno; se notaba que vivía en el campo. Sus ojos marrones se hundían en su escuálida cara, pero aún así albergaba mucha ternura en ella. Se fue a nosotras y nos achuchó con sus enormes brazos. Al hundir mi cara en su pecho, un fuerte olor me abofeteó. Su blusa azul vaquero, olía a establo, pero traté de hacer un esfuerzo para no arrugar la nariz ante la peste que desprendía.
-Mis pequeñas…- dijo mientras nos achuchaba- hacía tanto tiempo que no os veía. ¡Estáis verdaderamente preciosas! ¡Dejadme que os vea!- y por fin nos soltó- Phoebe… eres idéntica a Emily…- sonrieron ambas. Me sorprendía lo bien que disimulaba mi hermana la aversión que sentía por nuestra escapada al campo- y Danielle- me miró detenidamente. No sé por qué, no me gustó nada la manera que tenía de mirarme. Aunque mantenía una expresión dulce y educada, me daba la impresión de que estaba siendo cínica, que en realidad no se alegraba de verme- Cada día te pareces más a tu padre. Tú sí que eres una verdadera Balthius- desde mi aventura, el oír mi apellido me provocaba escalofríos.
-Me alegro de verte tía Gretel- logré articular al fin. Saludó a papá y a mamá y nos ayudó a bajar las maletas. La verdad que para la edad que tenía, estaba en completa forma, aunque si se había dedicado a cuidar de la abuela Margaret, que siempre había estado enferma, y a sacar adelante la granja; debía de estar muy sana.
-Os enseñaré vuestras habitaciones, y cuando os hayáis acomodado, si queréis saludáis a la abuela. Le gustará veros, pero ahora está dormida.-
Tuve suerte de no tener que compartir habitación con Phoebe. La casa de campo era lo suficientemente grande como para que tuviéramos todos nuestra propia habitación. La última en recibirla fui yo.
-Para ti he reservado esta- me dijo mientras abría la chirriante puerta de madera- tiene unas bonitas vistas al campo. Si quieres abrir la ventana, avísame. Hace años que nadie la abre y está algo atascada. Así que si me necesitas, le echaré aceite y no hará ruido.
-Gracias tía Gretel- sonreí- Es perfecta
-Sé que no es como tu habitación de la gran ciudad…
-No te preocupes de verdad. Es estupenda. Me vendrá bien un cambio de aires- sonrió complacida y me dejó para que deshiciera mi maleta. Saqué el neceser y lo dejé en una estantería que había cerca de la cama y guardé mis cosas tipo, las libretas y mi Ipod en el cajón de la mesilla de noche. Me tumbé en la cama e inspeccioné un poco la habitación. Tenía un color violáceo, que con el paso del tiempo se había vuelto grisáceo. Los muebles eran algo viejos pero seguían manteniendo su encanto como si hubieran sido recién comprados. En la ventana había unas bonitas cortinas beige con florecitas moteadas en azul y amarillo. Tenía un escritorio con una silla, y en él había un florero azulado con unas cuantas flores, algunas de ellas ya estaba un poco marchitas, pero otras muchas estaban recién puestas. Se ve que había tenido el detalle de intentar cambiarlas para cuando hubiéramos llegado.
Coloqué más o menos mi ropa en el armario. Olía a una mezcla de madera vieja y lavanda. Luego descubrí que olía así porque había una bolsita en la esquina con trozos de lavanda. Supongo que es lo que llamaríamos un ambientador casero. Alguien tocó mi puerta.
-¿Puedo pasar Danielle?- preguntó mi madre
-Claro, pasa- y la recibí sentada en la cama. Cuando mamá entró, me inspeccionó con la mirada. Estaba ansiosa por ver mi reacción por el lugar. La miré con una leve sonrisa mientras ella esperaba, expectante mi respuesta. Tras unos minutos de silencio al fin habló.
-Bueno…- se guardó las manos en los bolsillos y se encogió de hombros- ¿Qué?
-¿Qué de que mamá? –pregunté algo confusa
-¿Qué te parece todo?
-Es muy bonito, y muy acogedor. La tía Gretel ha puesto flores en mi jarrón y la habitación es muy luminosa. Me gusta.- y traté de esbozar la mejor de mis sonrisas, para que fuera creíble todo lo que decía.
-Me alegro hija- se acercó y se sentó a mi lado- verás que bien nos lo vamos a pasar.- y me apoyó en su hombro- Bueno cielo, vayamos abajo a ver a la abuela- Asentí y bajamos juntas. En la entrada estaba papá riñendo a Phoebe. Y al rato apareció la tía para guiarnos a la habitación de la abuela. Nos condujo por un pasillo oscuro que daba a una habitación apartada y aparentemente pequeña. Tenía las paredes blanquecinas, pero pese al color claro, eran algo sombrías, ya que estaban desnudas. Ni una estantería, ni un cuadro, ni un adorno… frías, vacías y, encima, la ausencia de ventanas por dicho pasillo provocaba una sensación de oscuridad aun mayor. Tía Gretel se detuvo ante la vieja puerta de madera grisácea que daba a la habitación de la abuela Margaret.
- Debemos entrar de uno en uno- nos avisó- hace mucho que no ve a gente, y podemos asustarla, así que, Robert, entra tú primero, para eso eres su hijo. Después Emily, Phoebe y Danielle.- mi padre asintió- yo entraré con vosotros.- papá avanzó unos pasos hacia delante, y esperó a que la tía Gretel abriera la puerta. Entró y estuvo como un cuarto de hora dentro. Mamá también estuvo más o menos el mismo tiempo y Phoebe estuvo unos 5 minutos escasos. Me tocó a mí, pero no sé porqué cuando oí a tía Gretel mencionar mi nombre, algo me golpeó el corazón. Me tendió su áspera mano y me llevó con ella dentro. La puerta se cerró de un portazo y todo se quedó muy oscuro.
-Perdona cariño, se me ha escapado la puerta- se disculpó mi tía- ven, te llevo a su cama. Está la pobre que no se puede levantar - Me acerqué a su lecho, y allí había una mujer, raquítica, con el cabello canoso completamente despeinado. Se la veía hundida en la cama, sin fuerza y con la vista perdida. Parecía como si estuviera drogada. Mantuve un poco la distancia, pero tía Gretel me acercó.
-Hermana, he aquí la menor de tu hijo- la abuela, giró su rostro a donde estaba yo- Es tu nieta, Danielle
-¿Danielle?- logró articular con esfuerzo. Se notaba lo que le costaba poder hablar conmigo. Levantó su mano y yo tras unos instantes de duda, la tomé. Esa mano fría y temblorosa. Entonces, sucedió algo muy extraño. La abuela clavó en mí sus ojos azules. Su pupila se dilató hasta casi abarcar el ojo entero. Y tuve una visión. Vi como arrastraban a Erzebeth hacia la guillotina. Aunque llevaba un lujoso vestido, estaba raido y roto. Gritaba sin control, maldiciendo a la gente y alegando su inocencia. Un guardia la golpeó y la tiró al barro, dejándola inconsciente. La arrastraron hasta la guillotina y cuando despertó vio a su verdugo. Le miró con odio y le habló.
-Muéstrame tu rostro miserable- le bufó- déjame ver el rostro de mi asesino- y el verdugo se descubrió. Erzebeth le miró sorprendida, dolida y enfurecida. Le gritó- ¡Te odio! ¡Quedarás maldito! ¡Tú y toda tu especie! ¡No descansaré hasta acabar con vosotros! ¡Traidores! - y entonces la cuchilla bajó, y Erzebeth dejó de gritar.
Volví en mí, y vi a la abuela convulsionando. Gritaba y tía Gretel miraba asombrada.
-¡Ella ha venido a vengarse de nosotros!- papá, mamá y Phoebe entraron en la habitación cuando oyeron los gritos - ¡Cuidado con ella! ¡Quiere matarnos!- Solté la mano de la abuela y caí al suelo. Acto seguido mamá me cogió y me apretó contra ella.
-Robert- le llamó la tía Gretel- sujétala, voy a inyectarle su calmante- papá obedeció sujetando los brazos de la abuela, mientras la tía le ponía su inyección.
-Nos matará…- siguió diciendo, y a medida que el tranquilizante le hacía efecto, hablaba más bajo y más pausadamente- es la hija del diablo… estamos malditos… y llevará a cabo su venganza… su traición…- y finalmente cerró los ojos y quedó dormida. Mamá me sacó de la habitación algo cohibida y preocupada por mí. Pero la más preocupada era yo. Mi abuela sabía quién era yo realmente y en qué me iba a convertir, y lo peor es que también había visto mi visión; mi asesinato y mi maldición.

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